Muerte en Soledad (Elena)
Elena se sintió sola. Se sentó sobre la cama y miró hacia afuera. Desde el octavo piso lo único que veía era el edificio al otro lado de la calle. En el departamento de al frente miró a la mujer sonriente que limpiaba la terraza.
Volvió la mirada hacia el suelo y empezó a llorar. Lloró durante horas, tirada sobre la cama bajo las sábanas blancas. Todo empezó a las 5 de la tarde, un 8 de julio. Hacía frío, pero eso no impedía su llanto. Tenía la ventana abierta y se pasaba el frío a las otras habitaciones. ¿Cómo puede olvidar una persona el frío helado? ¿Qué tan mal lo puede estar para no sentirlo? Afuera llovía. Elena se durmió, despertó al día siguiente temprano en la mañana con el pelo hecho un desastre, los ojos hinchados y con el maquillaje corrido. Miró la hora: 9:05. Se levantó y se vistió con su mejor traje negro, lo amerita la ocasión. Bebió un café bien negro sin azúcar y un pedazo de torta del día anterior, el día del velorio de su hijo Juan. Antes de salir hizo un par de llamadas a su hermana Marta y a su tía Celia. Ellas han sido incondicionales y la han ayudado en todo y saben que lo que viene es lo más difícil. Quedaron en juntarse a eso de las diez en
Isabel, su madre, la ayudó a vestir a Juan, bañarlo y perfumarlo. Ella sabía lo que sentía su hija. Isabel tenía diecisiete cuando se casó y a los dieciocho ya esperaba un hijo, el cual perdió a los cinco meses de embarazo. El hecho partió el corazón de Isabel. Entendía a su hija y no quería que sufriera, pero era algo inevitable.
Salieron de
Ricardo, el padre de Elena, lo ubicó en el espacio y dijo unas palabras alentadoras. Luego habló Isabel, y por último Elena.
Rompió en llanto infinitas veces desde que murió Juan, hasta siempre. Elena sabía que el suceso pasaría y la dejarían sola, otra vez, de la misma forma como cuando quedó embarazada.
Llegó a su casa, dejó las llaves, fue al baño y se vio horrible, tomó un vaso y lo llenó con agua. Caminó hasta su pieza, se sentó en la cama, miró hacia afuera y vio a la misma señora, haciendo lo mismo. Miró hacia el piso y lloró. Tomó el frasco de pastillas para dormir, se tragó algunas con agua y su último pensamiento antes de dormir fue: A ver si me encuentro con mi niño, con Juanito.
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